miércoles, 16 de septiembre de 2009

LA MIRADA

Yo se que cada uno de nosotros tenemos un escritor innato, un arquitecto de historias o recolector de sueños. Es por eso que el "BLOG DE ROCKY" se complace en invitar a todos los escritores en ciernes y profesionales que por falta de tiempo, de constancia o de ganas no tienen su propio blog, para que compartan con nosotros y con sus amigos sus historias. Todos los miércoles publicaremos a un autor invitado, para que tengamos variedad de estilos, temas, temáticas etc. Una vez mas los invito a que me envíen sus historias que quieran publicar a: rockymil80@hotmail.com. Gracias por su atención.

Para iniciar este ciclo de invitados hoy tenemos un texto de FDL.


LA MIRADA

por FDL


Era viernes. Se desesperezó entre las sábanas blancas. Bostezó. Se tomó fuerte la cabeza como queriendo detener el curso de sus pensamientos. Sabía que había llegado el día del que todos hablaban. No podía postergarlo más. Así, a la hora fijada en el reloj de grandes números sobre la cómoda, el despertador empezó a gritarle que debía levantarse. No había tiempo que perder.
Caminó con absoluto desgano a través de la casa hacia el patio. Tropezó con el perro que, echado, miraba cómo se movía con lentitud. A pesar de conocerlo de toda la vida, el animal pareció asustado y decidió refugiarse cerca del sofá de la sala.
Llegó al patio. Ahí estaba colgada la camisa y el pantalón que había lavado para la ocasión. Sintió el sol en su cara y se quedó inmovil por unos segundos. El solo pronto llenó de pequeñas gotitas cado uno de los poros de su rostro y un esbozo de sonrisa, o al menos una malograda mueca, de dibujó en su rostro por unos segundos.

Después, como si nada hubiera pasado, inició su aletargado camino de regreso hasta su cuarto.

La cita no le parecía relevante ni vital pero todos habían dicho que era necesario. Necesaria se le hacía una palabra graciosa. Todos consideraban que alguien más necesitaba algo que no tiene o no tendrá. Creen que necesitan cosas que no usarán o en las que perderán el interés después de tenerlas. Creía, con firmeza, que las necesidad era sinónimo de banalidad. Así, en una especie de culto a la nada, había decidido asistir a su cita, como todos le habían dicho que era necesario.
En aquel lugar todo era blanco. Era la oda a la brillantez y la limpieza. Era un ambiente desesperante con olor a enfermo y a desinfectante barato de hospital. Pero, y contra de su propia voluntad, ahí estaba.
La enfermera, una mustia y pequeña mujer tras un inmenso escritorio –obviamente blanco- le invitó a sentarse mientras el doctor llegaba. Al girarse se percató que solo había una silla libre. Su primer impulso fue quedarse de pie, más que todo por el asco que le causaba posarse sobre aquellas desgastadas y rehusadas sillas que, pese al evidente paso del tiempo, eran pulcramente blancas.
Desde el otro lado del mostrador una mano le indicó la silla y decidió seguir la dirección de la mano y posarse, por fin, sobre el asiento guardando entre sus piernas sus manos para evitar el contacto de sus brazos con el resto de la estructura.
Mientras contaba una y otra vez los módulos del techo de repente empezó a sentir la incómoda sensación de escrutinio. Se dio cuenta que ni por un segundo había vuelto la vista a sus vecinos de espera.
Frente de sí, a la derecha, una pareja platicaba uno frente al otro tomados de las manos, a su lado una mujer descansaba con los ojos cerrados y la cabeza apoyada contra la pared. Más allá otra mujer fingía leer pero en realidad solo disfrutaba de las fotos de una desgastada revista de sala de espera.
Dejó para último, como retrasando el momento, dirigir la mirada frente de sí donde encontró a una mujer de rostro parco y ensombrecido con lentes hasta la mitad de la nariz y un ojo cerrado mientras el otro permanecía abierto, fijo, inmóvil, invariable … insoportable.
Trató de disimular y ver hacia otro lado. Trató de distraerse en las flores redundantemente blancas sobre el escritorio. Los desordenados papeles blancos, los ladrillos blancos, los zapatos blancos … y el ojo negro.


De seguro que si abría el otro ojo sería de un tono totalmente distinto, de seguro tendría una mirada vivaz y hasta iluminaría de cierta forma, quizá hasta agradable, aquella colección de arrugas.
La puerta de la entrada sonó y regresó desde su cavilar. El ser frente así ni siquiera se inmutó ante la presencia del doctor y fue solo el saludo colectivo el que logró entre abrir el otro ojo de la inerte señora.
Mientras las pestañas se separaban una de la otra y el párpado iba replegando sus arrugas hacia arriba, la curiosidad y el ritmo sanguíneo le aumentaban. Notó como también sus mismos ojos se abrian de par en par como para enfocar aquel visor que con tantas ansias esperaba conocer.
Por fin frente a sí, se dio cuenta con profundo desagrado que aquel ojo que debía tener vida, era aún peor que el otro. No había vidrio pero tampoco destello, la vivacidad era inexistente, el único signo de vida era el leve movimiento lateral que tenía.
Aquello era una bofetada a la vida, era un insulto a su imaginación. Se tomó la cabeza y un sopor empezó a invadirle. En su mente se repetía una y otra vez "mirada sin vida, mirada sin vida, mirada sin vida". Trataba de apretarse más fuerte la cabeza para no escucharlos, para evitarlos. Ellos eran los culpables de su presencia en aquella consulta, ellos habían obligado a que fuera, ellos… por qué ahora le acosaban.
De pronto aquella mujer lanzó una mirada de desapruebo y observó con severidad como apretaba con ambas manos su cabeza. Entonces no pudo contenerse más. Ella así lo había pedido.
Después de eso todo pasó muy rápido. Los gritos de la enfermera mustia, pasos desesperados de los otros pacientes tratando de huir, las manos ya no estaban en su cabeza, las voces que animaban, un ojo que se extendía completamente, la presión sobre el cuello, un iris que se contraía, más presión sobre el cuello, golpes sobre su espalda, imposible ya soltar, ya no, ya no…
Cuando por fin ambos ojos lucían tan muertos el uno como el otro, se dio cuenta del dolor de espalda que le agobiaba. El suelo, tan blanco como era, estaba ahora salpicado de sangre.
Entendió de repente, con un escalofrío que le recorría el espinazo, que la sangre era suya. La mustia se había encargado de deshacerle los músculos con una engrapadora pero nada había funcionado, al fin se había librado de aquellos ojos, al fin.
Mientras le colocaban aquella camisa, irónicamente blanca, que le ataba los brazos a la espalda, intentó explicar que no había sido su culpa, que todo era responsabilidad de las voces, las voces le habían incitados las voces que ahora… y entonces se percató que las voces le habían abandonado. Se había librado de ellas. Ahora entendía su insistencia por ir a una consulta. Ahora entendía.
Una sonrisa, o al menos una mueca, se encendió en su cara mientras el brillo de los ojos se apagaba tras los barrotes de la celda.

4 comentarios:

Rockyalaire dijo...

No veia algo tan lleno de suspenso, locura y demencia desde el cuervo....
Excelete cuento, se notan las tablas literias...

Kalula dijo...

intenso, bien estructurado... muy bueno, ojala FDL compartiese mas escritos.

Alexander Prado dijo...

Maaaaaaaaaa...
esta en algo el blog..
poooowchika ahora hasta invitas a otras entidades a k te colaboren al blog... uuuh esta bueno!!
hey esta buenisimo el blog...
con un final de pelicula!!!
esta bueno rocky.. me encanto!!

vos sabes el vicho alex siempre leyendo los blogs....

Anónimo dijo...

Hola Rocky soy Graciela yo te escucho todos los días en la radio deberias de hablar acerca del blog de vez en cuando, acá en la campanera te queremos Rocky! Animo!!! Cualquier cosa visitame: Residencial Campanera Pol. M Sensa S, Casa # 18. Acá tenemos muchos temas que hemos vivido y para el blog servirian.